No es lo mismo invertir en valor que ser inversor value. El factor diferencial es la paciencia. Se trata, no en vano, de una cualidad infrecuente y escasa en el ser humano. Porque lo natural para el hombre es querer resultados y quererlos ya. Hacer del sacrificio de esperar una constante en nuestra vida como inversores está al alcance de muy pocos. Al alcance de esos pocos que saben que todo en nuestra vida lo malogran las prisas, y que todo lo que vale la pena a nuestro alrededor se ha hecho lentamente, con la intervención decisiva del tiempo.

En la inversión value la paciencia es imprescindible a cada instante, a cada paso. Para hacer un análisis en profundidad, completo y riguroso de una empresa que nos permita establecer su verdadero valor, no caben las prisas.

Cuando hemos encontrado la empresa adecuada, es preciso esperar otra vez hasta que llegue el momento oportuno para comprarla, cuando el precio nos garantice un margen de seguridad suficiente. Y, por último, una vez realizada nuestra inversión, vuelve a ser necesario que pase el tiempo hasta que el mercado reconozca en el precio el verdadero valor de la empresa.

¿Y cómo se hace uno paciente? La experiencia de la vida nos enseña de continuo, si la escuchamos, a ser pacientes, porque una y otra vez nos obliga a esperar si queremos crear algo verdaderamente valioso.

El conocimiento nos hace pacientes

Tendremos necesariamente que ser pacientes si queremos ser padres o queremos ver crecer un árbol; si queremos construir una casa o crear una familia; si queremos consolidar un amor, crear una amistad o desarrollar una vocación.

También el conocimiento nos hace pacientes. El inversor value es paciente cuando sabe lo que hace, por qué lo hace y cuánto tiempo necesita su inversión para ser rentable. Ese conocimiento profundo le da la convicción necesaria para mantener el rumbo y esperar con tranquilidad y confianza lo que sea necesario.

Por último, una vida personal llena, ocupada y completa también nos hace pacientes, porque nos evita la tentación de vigilar de manera enfermiza nuestras inversiones y acabar actuando por ansiedad, haciendo cambios innecesarios antes de que llegue el fruto, antes de que el tiempo haga su labor, y malogrando así, por impaciencia, una gran inversión a largo plazo.

 

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