Todos los inversores tenemos nuestros puntos débiles y la clave está en aceptar quiénes somos, comprender nuestras diferencias y limitaciones, y en concebir maneras de sortearlas. Este proceso de autocorrección empieza con el autoconocimiento. Conocer cómo falla nuestra mente a la hora de invertir, cómo las emociones y los impulsos pueden jugar una mala pasada y cómo deberíamos entrenarnos para evitarlo.

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