Una carretera, paisajes inspiradores, la ventanilla abierta y la mano por fuera ondeando al viento disfrutando del aire que puedes sentir como acaricia tu piel, ¿Te gusta conducir?

En la mente de todos nosotros todavía podemos acordarnos de los increíbles paisajes, de la tranquilidad y la sensación de libertad que desprendía el famoso anuncio de BMW. ¿A quién no le apetecía conducir después de ver ese anuncio?  El impacto fue tal que se lanzó en España hace 22 años y me atrevería a decir que todos somos capaces de recordarlo. En el momento del estreno del anuncio yo tenía 9 años y todavía recuerdo bajar la ventanilla y sacar el brazo por la ventanilla para ondearlo. Yo también quería vivir esa sensación de libertad que ofrecía BMW, aunque fuese camino del colegio en una Chrysler Voyager con mis hermanos, y con mi madre gritándome para que metiese la mano dentro del coche y subiese la ventanilla.

Si volvéis a ver el anuncio podéis observar que no se habla del precio, no se habla de prestaciones y ni siquiera se ve el modelo del coche. Ese año en España las ventas de BMW aumentaron un 11,4% y la facturación un 20,6%.

Todos recordamos también como Red Bull consiguió pegarnos a la tele para ver como Félix Baumgartner (creo que hasta ese momento ninguno sabíamos de su existencia), saltó desde la estratosfera para convertirse en el primer humano en romper la barrera del sonido sin el impulso de un motor. La campaña se convirtió en viral, multiplicó por cuatro el número de suscriptores a su canal de Youtube antes del salto, con el consiguiente impacto de marca a nivel global. En los seis meses posteriores al salto, la marca aumento sus ventas un 7% en Estados Unidos.

¿Acaso el salto de Félix Baumgartner conseguía que el Red Bull supiese mejor o que te diese por fin alas? ¿Acaso los BMW mejoraban sus prestaciones y hacía mejores coches grabando una mano por fuera de la ventanilla en paisajes evocadores? La respuesta creo que es evidente; un no rotundo. Ambos son dos ejemplos ilustrativos del gran poder que pueden llegar a tener las emociones en nuestro proceso de toma de decisiones.

Vamos por la vida pensando que somos infalibles y todas nuestras decisiones son plenamente racionales. La confianza que tenemos en la racionalidad del ser humano es tal, que incluso una de las premisas de la escuela económica neoclásica descansa sobre el “homo economicus”, lo que vienen a ser unos superhombres que se guían únicamente por la razón y la maximización de utilidad en su proceso de toma de decisiones.

He utilizado los ejemplos de las dos campañas publicitarias porque son capaces de traducir en números como apelando a nuestras emociones se puede condicionar nuestra toma de decisiones, pero los ejemplos son infinitos: Cómo ejercemos el voto en las elecciones la mayoría de nosotros, nuestro equipo de fútbol, el efecto ancla en los precios o simplemente, preguntar a un matrimonio de recién casados cual es la probabilidad de que acaben divorciándose; te responderán que es nula. Las estadísticas dicen que el porcentaje de divorcios supera el 50% durante los últimos siete años.

Actuar racionalmente implica actuar en función a la realidad, a interpretar hechos objetivos. La emoción no nos dice nada acerca de la realidad, son juicios de valor que formamos de manera automática. Con esto no quiero decir que las emociones sean inútiles. Al contrario, las emociones son un elemento de vital importancia en nuestras vidas: Nos empujan a actuar, a pensar, a tomar decisiones para nuestra supervivencia en cuestión de segundos, nos permite reconocer nuestras necesidades biológicas etc. De hecho, no sólo la razón nos diferencia del resto de seres vivos, sino que también nuestros complejos circuitos emocionales lo hacen.

Esto no impide que, en determinadas situaciones, como en la toma de decisiones de inversión, sean contraproducentes. Más que eso, si analizamos la toma de decisiones en nuestro proceso inversor podemos concluir que tendemos a tomar muy malas decisiones. Como ejemplo claro es el famoso Fidelity Magellan gestionado por Peter Lynch. La rentabilidad anualizada entre 1977 y 1990 de un 29%, una de las mejores de la historia, y aún con todo ¡El inversor medio perdió dinero!

Uno de los motivos puede ser que la inversión en muchas ocasiones genera emociones negativas como la aversión a la pérdida. Se ha demostrado que el dolor que nos produce perder una cantidad es el doble que el placer que nos produce ganar ese mismo importe. Si tenemos en cuenta que las emociones negativas son las que más nos separan de un proceso mental racional y por lo tanto nos conduce a ser más impulsivos, que seamos malos tomando decisiones de inversión es comprensible.

Entonces, ¿Cómo podemos evitar caer inconscientemente en impulsos emocionales en nuestras decisiones de inversión? Una de las claves es crear un marco de referencia que nos permita luchar contra nosotros mismos. Adherirnos a una serie de principios clave que permitan que nuestras decisiones de inversión sean acertadas y por lo tanto obtengamos el objetivo buscado: Que cumplan con el propósito que teníamos cuando la realizamos.

Desde Cobas AM uno de nuestros mayores objetivos es tratar de fomentar y compartir algunos principios que ayuden a evitar caer en esos errores de inversión que nos llevan muchas veces a que nuestras inversiones no cumplan las expectativas. A continuación, os dejo alguno de ellos:

  • Potenciar el conocimiento: Aumentar nuestros conocimientos sobre inversión y sobre cómo funcionan los mercados. El conocimiento es una de las herramientas más fuertes para el control de nuestras emociones.
  • Volatilidad de la renta variable: La inversión en renta variable es la mejor opción en largos periodos de tiempo en términos de rentabilidad. En el corto plazo, sin embargo, las oscilaciones pueden llegar a ser enormes. Si uno decide invertir en renta variable tiene que preguntarse, ¿Voy a ser capaz de aguantar esos periodos de caídas tan fuertes que se darán antes o después? Si la respuesta es sí, adelante, estás preparado para afrontar la inversión en renta variable.
  • Orientación de largo plazo: Este punto es fundamental y está estrechamente relacionado con el anterior. El mercado es irracional en el corto plazo, pero no así en periodos largos de tiempo. Si uno tiene un horizonte temporal de largo plazo se podrá beneficiar de la rentabilidad que brinda la renta variable con el paso del tiempo.
  • Confianza: Ahora mismo hay cientos de miles de opciones de inversión. La irrupción de la gestión pasiva se ha convertido en una muy buena opción para invertir en renta variable, ya que sus costes son menores y bate a la mayor parte de gestores activos. Por lo tanto, si conoces a un gestor activo que mejore en el largo plazo los resultados del mercado y confías en él, la gestión activa puede ser una buena opción. En caso contrario uno se puede decantar por la gestión pasiva.

La coyuntura actual que estamos viviendo es un reflejo de esa lucha entre emoción y razón. Como sabemos, venimos del momento en el cual ha habido más divergencia entre inversión en valor e inversión en crecimiento, en términos de rentabilidad, en los últimos sesenta años. Y no sólo eso, además de la mayor divergencia por rentabilidad también lo ha sido por duración. Nunca en los últimos sesenta años ha habido un periodo tan prolongado de tiempo en el que el “value” lo hiciese peor. Ante esto es normal que nuestras emociones se empiecen a manifestar y nos empecemos a preguntar, ¿Estará acabado el value investing? ¿Es buena idea vender y reorientar mi inversión?

Nuestro yo irracional es inevitable que nos hable.  Lo importante es ser capaz de utilizar herramientas que nos ayuden a luchar contra él, a racionalizar la emoción. Como he comentado anteriormente una de las herramientas ante la irracionalidad es el conocimiento. En la siguiente tabla se analizan todos los periodos favorables a la inversión en valor en los últimos cincuenta años.

períodos-faborables-al-value-últimos-50-años

Como podemos ver en la última línea que estos periodos se caracterizan por mejorar con creces los datos agregados de mercado. Además, el periodo medio de duración en el que la inversión en valor lo hace mejor es de casi cinco años. Esta tabla con datos nos permite relativizar y poner en perspectiva la coyuntura actual, con las oscilaciones propias del mercado (Peor comportamiento relativo de la inversión en valor respecto al mercado) y ver que en el largo plazo obtendremos la rentabilidad deseada. En cuanto a este último punto podemos ver que en el último año la inversión en valor ha vuelto a coger tracción, y si bien con los mercados nunca se sabe, parece que hay vientos de cola que favorecen a esta filosofía de inversión.

Esta situación de resultados adversos para la inversión en valor en cuanto a rentabilidad, también se ha convertido en una ventana para que nuestro equipo de inversión consiga construir una cartera que nos permite mirar al futuro con mucho optimismo. Nuestro equipo de inversión también tiene que aislarse del ruido de mercado y de esas pulsiones irracionales.  Una metodología y filosofía de inversión clara (Invertir en negocios de calidad, con barreras de entrada, con caja neta o deuda controlada y que cotizan con descuento…) les ha permitido confrontar los desafíos que van apareciendo, y conseguir batir con ella al mercado en un periodo de 30 años.

Las emociones son algo inherente al ser humano y más que eso, son completamente necesarios para nuestro desarrollo y supervivencia. Sin embargo, en mi opinión, es importante que en determinados aspectos relevantes de nuestras vidas hagamos un ejercicio de introspección y confrontemos la emoción con la razón. Es inevitable que en muchos aspectos de nuestras vidas bebamos Red Bull por si en algún momento nos salen alas. Pero en el caso de nuestras decisiones de inversión, y ahora más que nunca (Aprovecho para recomendaros el gran documental acerca de la problemática de las pensiones “Ni es Justicia, Ni es Social” producido por Value School y que podéis encontrar en su canal de Youtube), cómo gestionamos nuestros ahorros va a determinar en gran medida nuestro poder adquisitivo, nuestra calidad de vida en la vejez o la consecución del objetivo que tengamos con esa inversión. Creo que estas aspiraciones son más que suficientes para tratar de usar las herramientas que uno tenga a su disposición, y tratar de separar y clarificar con ellas la difusa línea que separa la razón de la emoción.

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