Cuando apenas tenía 15 años me apasionaba el deporte y tenía grandes aspiraciones. No sabía nada de economía, ni tampoco mi familia o círculo más cercano de amigos se dedicaba a nada relacionado con temas financieros o inversiones. Pero siempre pensaba en qué haría con el dinero que obtendría si me fuera bien en el deporte. Y un camino para invertir ese dinero futuro pensaba que sería, entre otros, la bolsa.

Por eso, cuando llegaron aquellas navidades, pedí que me regalaran un libro de bolsa. De hecho, acompañé a mi padre a unos grandes almacenes, y como ni él ni yo -ni por supuesto el dependiente- sabíamos de bolsa, elegimos el que más fácil resultara de leer y el que más gráficos tuviera.

Aquel libro no era de “value” (no sabía ni que existía). Era de “trading” para “dummies” y lo cogí con muchas ganas. He de reconocer que era un libro más de introducción que de análisis técnico, pero según avanzaba en su lectura se me hacía más complicado recordar todas las figuras, indicadores etc., razón por la cual lo dejé a un lado sin acabarlo.

Tras estudiar el Bachillerato, en primero de carrera de Administración de Empresas volví a retomar mi inquietud por la bolsa desde el punto de vista del trading. Comencé a asistir a conferencias o a verlas por internet, a leer muchos blogs, imaginándome ya como el nuevo lobo de Wall Street y… ¡Boom! Un día me encontré en medio de la facultad una mesa de información de una asociación universitaria que estaba formando un club de inversión.

La curiosidad me pudo y me acerqué, más que nada por instinto. La persona que me atendió me contó que el club financiero universitario lo habían fundado muy recientemente. Pero lo más importante es que aquel estudiante que me hablaba, Julio Morán -hoy analista profesional- me descubrió el mundo de la inversión “value”, y se convirtió en mi mentor en este terreno.

Cada miércoles nos reuníamos en la facultad para formarnos en la inversión “value”

Por aquel entonces yo estaba en mi punto máximo de concienciación especulativa y cortoplacista, pero cuando me empezó a contar la filosofía “value”, sus máximos ponentes, comprar cuando cae el valor de las empresas en un gran porcentaje o tener paciencia… Pues a mí se me encendió la bombilla y dije “me gusta lo que me está contando este tío y me cuadran más las cosas (empresas de calidad, bien gestionadas…)”.

Una semana después ya nos reuníamos, no más de siete personas, cada miércoles en la facultad para formarnos en el mundo “value” partiendo de cero. En estas reuniones empecé a oír nombres como el de García Paramés, que casualmente estudió en la misma universidad en la que estoy ahora, y eso hizo mas hincapié en mi investigación de qué hacía en la inversión y cómo lo hacía. Seguí investigando a este tipo de gestores, y cada vez más me parecía todo “una pasada” en cuanto a rentabilidades, análisis, capital o número de clientes… Hasta que un día me dije: yo quiero ser uno de ellos.

A partir de aquel momento, me puse a leer todo lo que tuviera la palabra “value” o largo plazo, a ver todas las conferencias de los gestores, a ir a eventos… ¡Hasta en los descansos de media hora para comer en la universidad hablábamos de empresas, ideas de inversión y de tesis! En fin, hacía todo lo posible por estar en constante formación.

La primera vez que analicé una compañía fue durante mi participación en un evento, en el cual se nos pedía ese análisis de una empresa elegida por la organización. Me tocó nada menos que Indra, un peso pesado para hacer tu primer análisis, con participación en muchos sectores, un plan de reestructuración, contratos, la finalización de un plan estratégico en el que no habían ido bien las cosas… En definitiva, un hueso duro de roer.

Aprendí bastante con esta experiencia, y me puse a analizar compañías cuando los exámenes y las clases me lo permitían. Vamos que, en cualquier hueco, fuera la hora que fuera o el día, me remangaba la camisa y me ponía a “rastrear” para encontrar oportunidades y formar una cartera personal. Asimismo, en el club de inversión hemos ido adquiriendo más conocimientos para constituir nuestra cartera, todavía estamos en ello, pero siempre bajo la filosofía “value”.

Por último, tengo que mencionar que el pasado mes de julio asistí al primer Curso de Verano organizado por Value School, que para mí ha sido la guinda del pastel, al recibir clases y consejos de los mejores gestores y analistas “value”. Con ese curso he concluido un año repleto de anécdotas, nuevos conocimientos y sobre todo con la fortuna de haber conocido más en profundidad esta filosofía de inversión que ha cambiado mi vida y, si las cosas me salen bien, cambiará la de mi entorno.

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