¿Cómo aprende un inversor a serlo? Para responder a esta pregunta debemos remontarnos a una pregunta más general, ¿cómo aprende nuestro cerebro?

Pues la respuesta es realmente compleja y está comprobado que hay numerosos mecanismos de aprendizaje, pero trataré de responderla desde el interesante prisma del condicionamiento instrumental. Muchos recordaremos un experimento que constaba de una caja con un pulsador, un dispensador de pienso y una rata dentro, donde la rata al apretar el pulsador recibía una dosis de alimento. El animal mediante aprendizaje por condicionamiento pulsaba ese botón cada vez que quería recibir comida.

Esto no es muy lejano a cómo aprendemos los seres humanos, en resumen, es una forma de aprendizaje mediante la cual un sujeto tiene más probabilidad de repetir una determinada conducta si ésta es seguida por una consecuencia positiva (reforzador) que de una negativa (castigo). En definitiva, por ensayo y error aprendemos a hacer aquello que nos genera una consecuencia apetecible. Además, cuanto más grande y repetido sea el reforzador, mayor probabilidad de repetición habrá de determinada conducta.

Como inversores, nuestro reforzador será en primera instancia la rentabilidad y, por aprendizaje instrumental invertiremos por prueba y error en aquello que nos traiga mejores rentabilidades, simplificando el escenario en el cual otros muchos estímulos trabajan para ponernos las cosas más difíciles, como el entorno, nuestra situación emocional, económica, etc. En relación con esto, a mayor rentabilidad esperada, mayor será la repetición de la conducta de invertir en ese instrumento financiero.

Lo contrario ocurre, como podemos deducir, en el caso opuesto: rentabilidades negativas o experiencias que no nos sean agradables actuarán de refuerzo negativo y nos llevará a una conducta de escape o evitación de este tipo de inversiones, incluso de omisión para aquellos inversores que han tenido malas experiencias y han decidido dejar de serlo.

Además de lo que os he mencionado en párrafos anteriores, los factores emocionales actúan como protagonistas en cualquier escenario de decisión y de aprendizaje, especialmente en la inversión y son realmente vinculantes en la toma de decisiones.

Durante estos años de experiencia al lado de los partícipes nos hemos encontrado que los inversores repetimos algunas de las decisiones derivadas de un comportamiento que demuestra más emocionalidad que racionalidad, precisamente porque factores de todo tipo (social, cultural, económico, emocional…) influyen en cada momento de nuestro comportamiento al invertir. Además, los inversores no siempre disponemos de las mejores condiciones para tomar las decisiones, por ejemplo, información, circunstancias del entorno, noticias…

Es inevitable además que en el momento de decidir qué o cómo invertir se activen una serie de mecanismos sesgados que lleven en última instancia, a tomar una decisión carente de lógica.

Además, para explicar la conducta del inversor debemos ir de la mano de la psicología del comportamiento o la psicología social, que desde hace relativamente poco tiempo, acompaña al estudio de este tipo de pautas de conducta a las matemáticas o a la economía, así como la teoría de la decisión o de la muy conocida curva de utilidad.

Hasta el momento se han publicado varios manuales de asesoramiento sobre inversión que alertan o informan de la importancia de los sesgos, que nos advierten del peligro que suponen para la toma de decisiones, pero en este post me gustaría centrarnos en algunos de los sesgos más frecuentes en el comportamiento de nuestros inversores, cómo identificarlos y poder tomar una decisión óptima.

En primer lugar, debemos huir de uno de los sesgos que en el mundo de la inversión más nos lleva a involucrarnos en la toma de decisiones impulsivas que, en algunos casos, no están alineadas con nuestros principios como inversores. Este es el denominado efecto manada y brevemente podemos decir que actuamos por aquello que dicen o hacen los demás, sin analizar si estamos preparados para ello o si será una buena inversión, tomando como válidos los razonamientos de la mayoría sin plantearnos si son correctos.

Para explicar el porqué de este sesgo debemos reparar en la mención de nuestras ya famosas neuronas espejo, es decir, aquellas especializadas en comprender la conducta de los demás e interpretar cómo se sienten, derivando en comportamientos sociales imitativos.

Este sesgo lleva al inversor a incrementar posiciones en mercados alcistas o a deshacerlas cuando el pánico se apodera de los mercados.

En segundo lugar, observamos con frecuencia el exceso de confianza, que representa un exceso de optimismo o de confianza en uno mismo, pensando que se conoce cómo funcionan los mercados y se está convencido de poder predecir los movimientos de los mismos en el corto plazo.

Esto habitualmente lleva al inversor a intentar predecir qué ocurrirá en el corto o medio plazo en los mercados y a entrar y salir de la renta variable cuando piensa que tiene la certeza que es el mejor momento de hacerlo. Esto rara vez trae resultados óptimos para el inversor y siempre trataremos de disuadirlos.

Vemos muy de manifiesto este comportamiento tanto en los casos en los que un inversor decide incrementar posiciones y más aún en determinados movimientos de refugio hacia la renta fija, intentando predecir que viene una época de caídas generalizadas.

Por otro lado, el llamado sesgo de statu quo nos lleva a una parálisis de decisión al pensar que quedarnos como estamos será mejor que tomar una determina posición, terminando en una postura de esperar y observar, a veces consecuencia de un exceso de información.  Como consecuencia de este sesgo, dejamos de aprovechar momentos de buenas oportunidades de mercado para tomar posiciones, cayendo en “parálisis por análisis”.

Para terminar de analizar los sesgos que más repetimos, me gustaría mencionar el sesgo de anclaje, que implica dar más peso al primer dato o primera información que recibimos de determinado producto, sin dar la importancia que tiene aquella que recibimos posteriormente.

Esto es una consecuencia más de la sobreinformación a la que estamos expuestos los inversores, así como la predisposición que tienen diversos medios, blogs, foros, etc., de presentar siempre los casos de éxito e ignorar u omitir los casos de fracaso utilizando los mismos métodos. Pensemos las veces que hemos visto, leído o escuchado lo bien que le va a determinado personaje público, amigo o vecino, pero las pocas veces que nos enseñan los casos en los que no tuvo tan buenos resultados…

¿Podemos evitar caer en los sesgos o al menos mitigar su efecto sobre nuestras decisiones de inversión? Como siempre, lo primero es conocer su funcionamiento y saber reconocerlos en uno mismo. Si estás siguiendo nuestro blog y nuestras redes sociales, verás que hacemos mucho énfasis en los sesgos para que sean cada vez más reconocibles y así puedan ser entrenados.

Tomar una decisión dejando a un lado las emociones es difícil si no imposible, pero os reto a que empecéis a identificar todas estas pautas y para ello atentos a este blog y a las novedades que desde Cobas AM estamos preparando para que como inversores seamos cada vez más conscientes y, en definitiva, estemos alineados con la filosofía del largo plazo.

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