Allá por marzo de 2020, el Gobierno decretaba el primer estado de alarma en España con la intención de frenar el coronavirus. Esta situación inusual, que iba a durar tan solo quince días, se acabó extendiendo aproximadamente 3 meses. Durante el periodo de pandemia, en España se destruyeron en torno al medio millón de puestos de trabajo. Las familias, en la medida de lo posible, se refugian en reducir el gasto y maximizar ahorro, a expensas de lo que les pudiese deparar la situación.
El sentimiento de los inversores ha ido de un extremo a otro desde la irrupción de la pandemia, desde un pánico extremo vivido en marzo 2020, llegando posteriormente el optimismo a raíz de las noticias positivas del desarrollo de la vacuna y la reapertura de las economías, y después de un ejercicio 2021 relativamente tranquilo, hemos comenzado 2022 con grandes incertidumbres, a nivel geopolítico, políticas monetarias y crecimiento global, que están provocando mucha volatilidad. ¿Pero de dónde venimos?
Con la intención de solventar la crisis ocasionada a raíz de la pandemia se implementaron programas de estímulo monetario y fiscal sin precedentes y los bancos centrales de todo el mundo mantuvieron los tipos de interés de referencia cercanas al 0%.
La demanda embalsada generada a raíz de la pandemia, sumada a las interrupciones en la cadena de suministros comenzó a provocar repuntes de inflación a nivel global. A esto se ha sumado el factor de la guerra de Ucrania y el impacto que están teniendo las sanciones en el suministro de infinidad de materias primas, especialmente aquellas de componente energético, así como el impacto de la política de Covid-cero implementada por el gobierno chino, y los consecuentes confinamientos de muchas de sus principales ciudades. Todos estos factores han exacerbado los niveles de inflación, tanto en la tasa general, así como en la subyacente, lo cual indica que cada vez la inflación es más generalizada.
Inicialmente los Bancos Centrales expresaban su tranquilidad, defendiendo que era una inflación transitoria y explicada fundamentalmente por el efecto base. Como resultado, no veían la urgencia de modificar sus políticas monetarias con intención de contener la inflación. Pero estamos viendo como, por los motivos que hemos explicado, la inflación este resultando ser mucho más estructural, con los últimos 12 meses mostrando valores de inflación muy por encima de la media de los últimos 60 años, en torno al 6%, y lo que los Bancos Centrales consideran objetivo, en torno al 2%. Y así, empezamos a ver como en países como Estados Unidos ya están activando subidas de tipos de interés, en cuyo caso particular ha anunciado el mayor incremento de los últimos 20 años, situando los tipos de interés de referencia en el rango de 0,75% y 1%.
Esta inflación la padecemos los ciudadanos y los inversores de a pie de una forma muy directa. Por un lado, sufrimos la subida de los precios de los productos que compramos, reduciendo nuestro poder adquisitivo. Pero no hay que olvidarse del impacto en nuestras inversiones, pues sufren una merma en su valor, ya que la rentabilidad real (que es la que descuenta la inflación a nuestra rentabilidad nominal) aminora a medida que la inflación sube, erosionando nuestros ahorros.
En resumen, la incertidumbre actual está provocando fuertes episodios de volatilidad a lo largo de lo que llevamos de ejercicio, tanto en el mercado de acciones, bonos, divisas, materias primas… todo tipo de activos, incluso aquellos denominados refugio por excelencia, están reflejando niveles de volatilidad muy superiores a lo habitual.
Desde Cobas, pensamos que es imposible acertar con el market-timming, por lo que puntualmente nuestras inversiones pueden verse afectadas por la volatilidad antes comentada. Por ello, creemos que lo que hay que hacer es aprovechar las oportunidades que generan estos episodios de volatilidad, centrarnos en inversiones a largo plazo y priorizar invertir en empresas con negocios sólidos y bien gestionados, con balances saludables y capacidad de adaptarse a cualquier coyuntura, que les permita seguir generando rentabilidades consistentes en el largo plazo.
Por muchos desafíos que ofrezca la economía, hay determinadas cosas que permanecen inalterables.
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