El sistema de pensiones en España, tal y como lo conocemos, está en riesgo. Como todos sabemos, en nuestro país el primer pilar de la previsión social, es decir, el sistema público de pensiones administrado por el Estado se basa en un sistema de reparto. Este principio también es conocido como de “solidaridad intergeneracional”, ya que la generación cotizante financia la pensión de la generación jubilada, y a su vez la primera será financiada por la generación que le sigue.  

Por tanto, las cotizaciones recaudadas de los trabajadores en activo no se acumulan en un fondo privado para la percepción de futuros pagos a los mismos, sino que son empleadas en financiar las pensiones del momento. No obstante, sí generan derechos futuros para los trabajadores que contribuyen, en forma de cotizaciones que darán acceso a una futura pensión que será financiada por los trabajadores en activo de ese momento. 

Se hace por tanto evidente la necesidad de que la base futura de trabajadores ha de ser suficientemente grande, como para que sus cotizaciones tengan la capacidad de sostener las prestaciones de aquellas personas beneficiarias del sistema.  

En este sentido, es donde en España nos encontramos con el primer problema, la pirámide poblacional. Según datos de la OCDE, España compite con Suiza por la segunda plaza mundial entre los países con mayor esperanza de vida. Este hecho, que se trata de una buenísima noticia para nuestra sociedad, supone sin embargo una amenaza para este sistema de reparto dado que, al mismo tiempo, somos uno de los países del mundo desarrollado con menor tasa de fecundidad (1,2 hijos por cada mujer en edad fértil). Según INE y Eurostat, la población española con más de 60 años pasará de representar el 30% de la población en edad de trabajar en 2019, a casi el 60% en 2049  

A este primer problema poblacional, tenemos que añadir que nuestro sistema de previsión social es uno de los más generosos de entre los países de la OCDE, dado que la tasa de reemplazo, es decir, el porcentaje de ingresos en la jubilación respecto a los ingresos previos como trabajadores en activo, es una de las más altas, situándose ésta en torno al 70% del último salario cotizado, según la OCDE en su informe Pensions at a Glance 2019”. 

Por tanto, nos encontramos ante un sistema muy solidario que necesita ser abastecido por una cantidad de recursos abundante que, sin embargo, se sostiene sobre un pilar cada vez más débil, lo cual nos hace pensar que su sostenibilidad se encuentre en entredicho.  

¿Qué podemos hacer nosotros como individuos para compensar esa debilidad del sistema de previsión social público de nuestro país, y así tratar de asegurarnos una pensión suficiente en el futuro? 

Esa debilidad del sistema de previsión social nos obliga a realizar un esfuerzo extra de forma individual, basado en el ahorro, cosa que hasta ahora, y según un informe de la consultora Mckinsey, no sucede, puesto que 3 de cada 4 españoles afirma no ahorrar nada para la jubilación, dejando su futuro en manos de un sistema de dudosa sostenibilidad. 

Y si ahorro, como me dice este artículo, para compensar la dudosa sostenibilidad de las pensiones públicas, ¿qué puedo hacer con ese dinero? 

En España, tenemos la posibilidad de invertir en sistemas de pensiones privados, a través de los famosos planes de pensiones. No es objeto de este artículo explicar sus características, por lo que solo haremos un apunte al respecto. Los Planes de Pensiones Individuales (PPIs) se basan, a diferencia del sistema público de previsión social, en un Sistema de Capitalización, en el que cada individuo cotiza para sí mismo. Por tanto, las prestaciones guardan una relación directa con las aportaciones que se han ido realizando, además de con la evolución financiera y temporal de las mismas (cómo y cuándo se hayan invertido).  

En este caso, no aparece el componente de solidaridad intergeneracional que apreciábamos en el sistema de reparto, de tal forma que sí existe una hucha en la que se guardan las aportaciones de cada contribuyente a nivel individual, para que le generen rentas futuras. Se trata de renunciar a consumo presente en favor de consumo futuro. 

Llegados a este punto, nos encontramos con otro de los problemas que enfrentará el ciudadano de cara a planificar su jubilación: la concentración de oferta y tipo de producto que los oferentes de PPIs en España ponen a disposición del ahorrador. El sesgo de estos productos hacia la renta fija es muy evidente, y tan solo cerca del 17% de los PPI son de renta variable pura, según datos publicados por Inverco. 

En Cobas pensamos que esto es un problema, puesto que, a lo largo de la historia, ha quedado sobradamente demostrado que, a largo plazo, el mejor activo y el que mejores rentabilidades ha ofrecido ha sido la renta variableLa premisa básica de los planes de pensiones es la de generar riqueza, o al menos proteger nuestro poder adquisitivo de cara a la jubilación y, a largo plazo, las probabilidades de que un grupo de compañías destruya riqueza es nulo o cuasi nulo, como lo demuestra el hecho de que nunca un índice bursátil ha quebrado. 

Centrando más el tiro, dentro de la renta variable existe una filosofía de inversión cuyo principal catalizador encaja perfectamente con la idea de planificación de la jubilación, que es la Inversión en Valor, y ese catalizador no es otro que el tiempo. 

El tiempo, asociado a la permanencia en la inversión, nos permite participar de forma eficiente y de manera constante en el crecimiento económico. Para una correcta planificación de la jubilación, el capital, idóneamente, ha de ser permanente. 

El tiempo, además, nos permite beneficiarnos del interés compuesto, y de su efecto multiplicador sobre las inversiones 

Gráfico-Interés-compuesto

Cuanto antes empecemos a invertir, mayor provecho obtendremos del interés compuesto. Sin embargo, el tiempo, además de ofrecernos cosas positivas, nos exige determinados comportamientos y entender determinados conceptos.  

El tiempo, asociado a la permanencia en la inversión, nos exige entender que el concepto de volatilidad no es igual al de riesgo, sino más bien al de oportunidad. Y esto se hace necesario porque, en el mercado, los precios de las acciones fluctúan mucho más de lo que lo hace el valor real de las compañías, permitiéndonos aprovecharnos de las ineficiencias generadas por este hecho, ofreciéndonos la posibilidad de comprar flujos de caja por un precio inferior a su verdadero valor. 

Además, el tiempo, asociado de nuevo a ese concepto de permanencia en la inversión, nos va a exigir controlar nuestras emociones, para no dejarnos llevar por nuestros propios sesgos. El principal enemigo del inversor a largo plazo es el propio inversor. 

Gráfico-Rentabilidad-por-activo

Recapitulando, los ciudadanos españoles nos encontramos ante un sistema de previsión social público de una más que dudosa sostenibilidad. Asimismo, una vez decidimos ahorrar y poner a trabajar nuestros ahorros a fin de compensar la pensión que recibiremos del sistema público de reparto, nos encontramos ante una oferta de productos muy sesgada hacia un activo de dudosa rentabilidad a largo plazo, que no es otro que la renta fija, la cual, en muchos casos, hoy en día y debido a las políticas monetarias ultra expansivas de los principales bancos centrales, cotiza con rentabilidades reales negativas. 

Sin embargo, afortunadamente en España tenemos la posibilidad de poner nuestros ahorros a trabajar a través de gestoras independientes, con una marcada filosofía de Inversión en Valor, la cual, en su espíritu más primario, a mi modo de ver se ajusta como un guante a ese concepto de previsión de cara a la jubilación: largo plazo y concepto de permanencia en la inversión. 

El mundo, cada día que pasa es un lugar mejor con respecto al día anterior, y la renta variable tiene la capacidad de recoger esa mejora constante, dándonos además la oportunidad de monetizarla. Cuanto antes comencemos, más tranquilos nos jubilaremos. 

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