Venimos de unos años alcistas en las bolsas mundiales, en los que los inversores han podido ver cómo sus ahorros han crecido sustancialmente. Desde el año 2008 hasta ahora, los principales índices mundiales han obtenido revalorizaciones muy importantes, como por ejemplo el S&P 500, cuya rentabilidad ha sido cercana al 300% desde los mínimos de 2009.

Por tanto, los inversores nos hemos acostumbrado a ver crecer nuestros ahorros, salvo en puntuales caídas de los mercados bursátiles, como la corrección del año 2011 motivada por la crisis de deuda, el Brexit y otros momentos de inestabilidad política y económica en países como Grecia. Sin embargo, todas las caídas anteriores las superó el mercado pasados unos meses, haciendo crecer los precios de la mayoría de las acciones cotizadas hasta cotas no vistas desde los años anteriores a la crisis del año 2008.

En Cobas Asset Management entendemos que las acciones son el activo más rentable y fiable a largo plazo. Antes he mencionado sólo algunos episodios negativos que se han producido en los últimos años en las bolsas, pero la historia está plagada de episodios dramáticos que han afectado a los ahorros de los inversores, desde escándalos financieros, quiebras de compañías, guerras y hasta crisis económicas y políticas.

Un value investor debe comprender que la incertidumbre siempre va a estar presente al invertir en acciones. La volatilidad es algo inherente a las acciones cotizadas y basar la estrategia de inversión en dichas oscilaciones es un error. Ser fiel a tus principios y filosofía de inversión es fundamental cuando se producen crisis bursátiles, las cuales son inevitables, para permitir una importante creación de valor.

Muchos recordarán que en el año 2007 las bolsas estaban en máximos. A todos les vendrá a la memoria los titulares de prensa en los que se hablaba de un IBEX-35 en 16.000 puntos y la consiguiente euforia inversora por la que prácticamente todo ahorrador, independientemente de sus conocimientos financieros, se acercaba a las acciones como vehículo para invertir al calor de las excelentes rentabilidades que habían cosechado las bolsas en el periodo 2003-2006.

Se produjo, por tanto, una “burbuja de inversores” que, desconociendo los riesgos de la inversión en bolsa, habían invertido gran parte de sus ahorros en productos financieros que en muchos casos no eran los adecuados para ellos.

Desde julio de 2007 hasta marzo de 2009 se produjo una de las mayores crisis bursátiles de la historia, comparada por muchos con el crack bursátil de 1929. Caídas en los mercados de más del 60%, e inversores viendo disminuir sus ahorros que tanto esfuerzo les había costado reunir (muchos de ellos cometiendo el terrible error de vender sus acciones con pérdidas más que notables). Además, se produjeron quiebras de entidades bancarias, entre ellas la de Lehman Brothers. En definitiva, el pánico y el pesimismo se apoderó de todos los agentes económicos que participaban en el mundo de la inversión.

En esos momentos de zozobra, en los que los números rojos estaban presentes en las posiciones de todos los inversores, hubo también muchos valientes que supieron aguantar la situación. Fueron pacientes, entendían que tener un mal comportamiento a corto plazo era inevitable, incluso siendo un periodo de tiempo de casi dos años, con el consiguiente desgaste psicológico, en los que las malas noticias y rentabilidades estaban a la orden del día.

Los inversores que decidieron mantener sus inversiones, y aquellos que vieron las caídas del mercado como una oportunidad para comprar buenos negocios a precios irrisorios, aplicaron, en algunos casos con conocimiento y en otros sin él, las teorías básicas del value investing, que en el fondo es aplicar el sentido común.

Esos inversores entendieron que los precios deprimidos a los que cotizaban la mayoría de los negocios cotizados en bolsa no estaban justificados. Es decir, no tenía sentido que buenos negocios, bien gestionados, con expectativas positivas, estuvieran tan penalizados por las bolsas y, por tanto, que el valor existente en esas compañías era mucho mayor que el precio que se estaba pagando en el mercado.

La correcta aplicación del value investing minimiza la posibilidad de pérdidas permanentes

Por todos es conocido, tras estos últimos años de rentabilidades positivas en las bolsas, que aquellos que mantuvieron sus ahorros invertidos en activos de renta variable de calidad recuperaron no solo las pérdidas de los años 2008 y 2009, sino que incrementaron sus ahorros respecto a las valoraciones de 2007.

Incluso, hubo ejemplos de recuperación de esas pérdidas en un corto periodo de tiempo, entre ellos los fondos de inversión gestionados por Francisco García Paramés, que, aplicando la filosofía de inversión en valor, recuperaron en apenas 12 meses todas las caídas de los 20 meses anteriores.

En definitiva, la correcta aplicación del value investing ayuda a minimizar la posibilidad de pérdidas permanentes en la cartera y, como muchos ya conocen, produce resultados positivos a largo plazo, batiendo de media la rentabilidad del mercado.

En el año 2018 nos hemos encontrado con unos mercados bajistas, donde los principales índices europeos presentan caídas en torno al 10%. En la prensa y en el sentimiento de algunos inversores podemos encontrar noticias y percepciones negativas sobre el futuro comportamiento de las bolsas, vaticinando caídas importantes tras todos estos años de bonanza. Es impredecible saber cuándo se va a producir un movimiento en este sentido, pero lo que sí es seguro, es que tarde o temprano se producirá.

Debemos tener todos presente la siguiente cita de John Templeton: “Las cuatro palabras más peligrosas en la historia de la inversión han sido: esta vez es diferente”. Desconocemos la profundidad de la actual corrección del mercado, que sin duda afectará a corto plazo a la evolución de nuestras inversiones, pero si entendemos, que independientemente de la caída que puedan sufrir los mercados, es el momento de trabajar y buscar negocios cuyo valor en bolsa sea castigado sin motivaciones reales y objetivas. Por tanto, como en ocasiones anteriores volveremos a ver cómo los mercados ofrecen oportunidades de inversión atractivas y cómo tras las caídas que se produzcan, veremos una recuperación de estos.

Ante estas expectativas de mercados a la baja, consideramos que la mejor forma de afrontar las correcciones de los mercados bursátiles, que como he comentado antes se van a producir siempre, es aplicando nuestra filosofía de inversión: comprando compañías cotizadas de calidad, difíciles de copiar, con niveles de deuda adecuados, gestionados por gente capaz y honesta, y por lo general que sean negocios con carácter global.

Tras más de 25 años gestionando inversiones y habiendo sufrido y disfrutado de los distintos hitos que se han dado en los mercados financieros, estamos convencidos de que la mejor forma de proteger el capital invertido es de esta manera.

Las rentabilidades de los fondos de Cobas Asset Management en los últimos 10 meses no están siendo buenas. La mayoría de nuestros fondos han sufrido caídas de entre el 10% y el 14%. No estamos contentos con esto, pero hay que tener claro que elegir un gestor de inversiones por sus resultados a corto plazo no es un buen indicador del éxito a largo plazo. Incluso, podríamos afirmar que es inevitable que los gestores que obtienen rendimientos a largo plazo por encima del mercado sufran periodos en los que su rendimiento no es bueno.

Warren Buffet, en el discurso “The Superinvestors of Graham-and-Doddsville”, señalaba a siete gestores americanos que habían conseguido unas rentabilidades muy por encima del mercado (entre un 8% y un 16% por encima del S&P 500, en un plazo de entre 13 y 28 años). Lo llamativo de estos resultados no son solo las excelentes rentabilidades, sino más bien que ninguno de estos gestores consiguió batir al índice cada año. De hecho, obtuvieron un resultado por debajo del mercado en el 20%-40% del tiempo.

Podemos concluir que las rentabilidades positivas a largo plazo por encima de la media son perfectamente compatibles con unas rentabilidades discretas a corto plazo, incluso por debajo de los índices de referencia.

Tener un mal comportamiento a corto plazo es inevitable. Como ya conocen, nunca intentamos predecir el movimiento de la bolsa. Construimos carteras de inversión de calidad, ajenos al ruido del mercado, buscando valor allí dónde otros no lo ven, siendo conscientes de que podemos tener rentabilidades a corto plazo peores que las del mercado. Como expresó en su momento el famoso gestor John Neff: “No es siempre fácil invertir en lo que no es popular, pero es la forma de obtener rendimientos sobresalientes”.

Invito a la siguiente reflexión a los lectores de este artículo: todos, en nuestro día a día, somos susceptibles de vivir momentos de euforia y de pánico. En la bolsa, si cabe, es más habitual tener estos sentimientos, pero nunca debemos olvidar que para obtener las mejores rentabilidades sobre nuestros ahorros es imprescindible ser pacientes y siempre tomar las decisiones relacionadas con nuestras inversiones tras un profundo análisis, no dejándonos guiar por las emociones o sesgos propios del ser humano.

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