Warren Buffett empezó a invertir con 11 años. Pero su mayor ventaja no fue el dinero… Fue el método. Seguir leyendo

Hoy vamos a abrir el cuaderno de bitácora de Buffett. Página por página. Y vas a descubrir qué decisiones lo llevaron a convertirse en uno de los mayores inversores de la historia.

No hablamos de teorías. Hablamos de hechos: Buffett convirtió un par de cientos de dólares… en más de 100.000 millones. Y todo lo documentó: cartas, entrevistas, errores, obsesiones.

Vamos a recorrer su historia como si fuera una expedición. Infancia, primeras inversiones, aprendizajes clave, sus reglas de oro… Y al final… te mostraré cómo tú puedes aplicar sus principios, incluso sin millones.

Imagina un cuaderno en el que cada anotación es una lección de vida. Un mapa para tomar mejores decisiones financieras, aunque estés empezando desde cero.

Porque la mayoría de la gente no tiene ese mapa. Invierte a ciegas. Gasta sin rumbo. Y cuando llegan las tormentas… no saben ni dónde están, ni adónde iban.

Pero Buffett sí lo sabía. Y tú también puedes saberlo.

Nuestro viaje empieza lejos de Wall Street. En Omaha, Nebraska. Años 30. Una ciudad tranquila, donde los inviernos son duros y la gente aún más. Allí, un niño callado y con gafas se obsesiona con los números. No con los de la escuela, sino con los que aparecen en la sección financiera del periódico que reparte cada mañana en bicicleta.
Se llama Warren. Y a los 7 años lee un libro que cambiará para siempre su forma de ver el mundo: “Mil maneras de ganar 1000 dólares”. Para muchos niños, eso sería solo una historia. Para él, fue una hoja de ruta. Una promesa de que, con tiempo y método, podía construir algo grande.
No tarda en pasar a la acción. Vende chicles puerta a puerta. Revende Coca-Colas con margen. Instala una máquina de pinball en una barbería local y con las ganancias compra otra… y otra más. A los 10 años, ya ha decidido que será millonario. Y actúa en consecuencia. Con los ingresos de sus máquinas de pinball, compra su primera bicicleta, y con ella reparte más periódicos, que a su vez le dan para más máquinas. Es un ciclo. Pero no de consumo: de acumulación inteligente.
Lo que lo distingue no es solo su ambición precoz. Es su hábito de registrar todo. Warren escribe cada dólar que gana, cada gasto, cada idea. Su cuaderno empieza a llenarse de notas, dibujos, cálculos… y frases que se convertirán en mantras.
A los 11 años compra sus primeras acciones: Cities Service. Tres títulos a 38 dólares. Cuando suben un poco, se impacienta y vende. Días después, el precio se dispara. No olvida esa lección.

Es su primer encuentro con la psicología del inversor. Y empieza a entender que la mayor batalla no está fuera… está dentro.
Desde entonces, el tiempo se convierte en su mejor aliado. Buffett no sueña con ganar rápido. Sueña con ganar bien, con constancia. Descubre que si invierte durante muchos años, aunque sea poco a poco, el efecto se multiplica.

Lo que Buffett descubrió de niño es algo que millones de personas aún no comprenden… Que la diferencia entre jubilarse tranquilo o vivir con ansiedad puede estar en empezar 10 años antes.
Y no necesitas saber de finanzas para entenderlo. Solo necesitas una idea clara y un hábito simple.
Quédate, porque ahora llega el punto de inflexión:
El día en que Warren deja de ser un niño brillante con ambición…
…y se convierte en el inversor que cambiaría para siempre la historia del dinero.
Warren estudia en la Universidad de Columbia. Pero no es un alumno normal. Va buscando una mente, no un diploma. Y la encuentra: Benjamin Graham, el autor de El inversor inteligente. Su obra es su biblia. Su método, su brújula.
Graham no era un profesor cualquiera. Era reservado, metódico, casi obsesivo. Daba clase con la seguridad de quien ha sobrevivido al crack del 29. Su teoría del «margen de seguridad» no era solo técnica. Era una filosofía de vida: nunca pongas en juego más de lo que puedes permitirte perder.
Buffett absorbe cada palabra. Lee informes como quien devora novelas. Busca patrones. Entiende que detrás de cada empresa hay una historia, un equipo, una cultura. Y que si puedes comprender eso mejor que el resto… tienes ventaja.
Un día, decide dar el paso. Escribe a Graham y le pide trabajar con él. Graham, al principio, le dice que no. Pero Buffett insiste. Una carta. Otra. Hasta que lo consigue. Anota ese día como uno de los más importantes de su vida. No por el trabajo. Por lo que empieza a aprender sobre sí mismo.
Porque Buffett, en el fondo, no quiere solo ganar dinero. Quiere hacerlo sin perder el alma. Y Graham le muestra que eso es posible. Que se puede invertir con rigor, con ética, con criterio.
Pero el verdadero cambio está por venir. Años más tarde, conoce a Charlie Munger. Un abogado de mente aguda, con una visión distinta: no basta con comprar barato. Hay que comprar calidad. Negocios con marcas sólidas, con lealtad del cliente, con ventajas estructurales que duren décadas.
Munger le enseña algo decisivo:

Y Buffett lo entiende. Cambia. Pasa de ser un buscador de chollos a un constructor de imperios. Y esa decisión —ese giro en su bitácora— marcará todo lo que vendrá después.

Un ejemplo claro: la compra de See’s Candies en 1972. Una empresa de caramelos y chocolates que, a simple vista, parecía cara para los estándares de Buffett de la época. Pero tenía algo que otras no: una marca amada, clientes fieles y márgenes sólidos. Munger lo animó a mirar más allá del precio, a ver la calidad del negocio y su capacidad de resistir con el tiempo. See’s no solo fue un éxito financiero. Fue el caso que consolidó su nueva forma de invertir.

Imagina que todos a tu alrededor entran en pánico, venden.
El mercado se hunde. Las noticias son alarmas. Y tú… decides comprar.
Eso hizo Buffett. Y gracias a eso, multiplicó su fortuna.

Quédate, porque ahora vamos a ver las decisiones que más marcaron su carrera.
Pero sobre todo, lo que él hacía diferente… mientras los demás perdían la cabeza.

Cuando Warren Buffett compró Berkshire Hathaway en los años 60, no lo hizo porque fuera una joya escondida. De hecho, era una empresa textil en decadencia. Pero lo interesante no fue la compra en sí, sino lo que hizo después. Convirtió esa compañía, que muchos habrían dejado hundirse, en el vehículo para construir el mayor conglomerado de inversión del siglo XX. Y lo hizo sin alardes, sin movimientos espectaculares. Página tras página, Buffett siguió escribiendo en su cuaderno, cada decisión alimentando una lógica implacable: invertir a largo plazo, solo en lo que entiendes y, sobre todo, cuando nadie más lo quiere.
Con el tiempo, dejó de fijarse en los “chollos” de mercado —negocios baratos con problemas— y empezó a buscar empresas excelentes, aunque no estuvieran de saldo. Este giro de enfoque no lo hizo solo. Fue de la mano de quien sería su complemento perfecto: Charlie Munger.
Munger no era un inversor común. Era más filósofo que analista. Creía que la calidad tenía más valor que la mera ganga. Juntos desarrollaron una nueva brújula: ya no bastaba con encontrar empresas “baratas”, había que encontrar las correctas, aunque costaran un poco más. Preferían una compañía con ventajas competitivas claras, liderada por gente honesta, con márgenes sólidos… incluso si no estaba en oferta. Buffett solía decir que, gracias a Munger, aprendió a dejar de ser un “cazador de colillas” —negocios que aún tienen una calada de valor— y empezar a buscar negocios eternamente rentables.
Una validación aún más contundente de este nuevo enfoque vino con la adquisición de American Express en los años 60. En ese momento, la empresa atravesaba una grave crisis reputacional: un escándalo contable relacionado con el inventario de aceite para ensaladas había hecho tambalear su cotización. Mientras muchos inversores huían, Buffett vio más allá del ruido.

American Express seguía siendo una marca icónica, con millones de clientes fieles y una posición privilegiada en los pagos. Buffett entendió que su ventaja competitiva no se había erosionado, solo estaba de oferta temporal. Compró acciones por más de 13 millones de dólares. Décadas después, esa inversión sigue generando rendimientos extraordinarios y se ha convertido en una de las posiciones más duraderas de Berkshire Hathaway.
Ese fue el poder de combinar intuición empresarial con lógica inversora. De confiar en lo intangible —la confianza de los clientes, la fuerza de la marca— cuando las cifras momentáneas no lo reflejaban aún.
Y ahí es donde entra su visión sobre el tiempo. Buffett siempre ha repetido que su activo más valioso no son las oportunidades… sino el horizonte. No le interesa si una acción sube mañana. Le interesa si sigue siendo buena dentro de 10 años. Lo dijo muchas veces:

Durante la crisis financiera de 2008, mientras los mercados colapsaban y el miedo se apoderaba de todos, Buffett no se retiró. Al contrario, compró. Invirtió miles de millones en empresas que otros estaban dejando caer. ¿Por qué? Porque su bitácora estaba escrita para esos momentos. Porque entendía que la bolsa, en el corto plazo, es una máquina de votar. Pero en el largo plazo… es una balanza. Y él siempre invirtió con esa balanza en mente.
Uno de los principios más poderosos que dejó por escrito, y que hoy se repite como mantra, es:

No es una frase bonita. Es una forma de vida. Una forma de ver el dinero como una herramienta para resistir, para crecer y para decidir. No para impresionar. Y eso implica actuar de forma contracorriente. No seguir la manada. No dejarse arrastrar por el pánico colectivo o por la euforia generalizada. Buffett hizo algunas de sus mejores inversiones cuando todos los titulares gritaban desastre. Y su cuaderno estaba preparado para eso.

Ahora bien, ¿cómo se traduce todo esto en la práctica? ¿Qué puede hacer una persona normal —sin miles de millones, sin acceso a CEOs— con estas enseñanzas? Mucho más de lo que parece.
Buffett siempre dijo que la mayor ventaja que tiene un inversor particular es que no necesita rendir cuentas trimestralmente. Puede invertir con calma, sin presión. Puede dejar que el tiempo trabaje para él. Y si empieza pronto, aunque sea con poco, el resultado puede ser extraordinario.
Piénsalo así: si empiezas hoy a invertir 100 € al mes, y mantienes esa constancia durante 18 años, podrías generar más de 40.000 euros si logras una rentabilidad del 7 % anual. ¿Y si es del 10 %? Casi 60.000 euros.
Ahora imagina que en lugar de esperar a tener 35 años para hacerlo… hubieras empezado a los 20. Esa diferencia de 15 años, con el mismo esfuerzo mensual, podría marcar la diferencia entre una jubilación ajustada y una financieramente libre. Porque el tiempo, en inversión, no se mide en años… se mide en poder.
Eso no es magia. Es el efecto del interés compuesto. El mismo efecto que permitió que Buffett ganara la mayor parte de su fortuna… después de los 60 años. Porque lo que hizo bien no fue adivinar. Fue permanecer y ver como el tiempo trabajaba en su favor.

Y esto se vuelve aún más poderoso si tienes hijos. Si empiezas hoy a invertir para tus hijos, aunque sea con una pequeña cantidad mensual, les estarás dando dos regalos: un capital que crecerá con los años y el ejemplo de que el dinero se cultiva, no se gasta sin más. Esa lección puede acompañarlos toda la vida.
Desde Cobas, puedes abrir una cuenta para tus hijos fácilmente. No necesitas una fortuna. Solo la voluntad de empezar. Y la confianza de que, como decía Buffett, el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor… es hoy.

Warren Buffett no tenía una bola de cristal. No tenía información secreta. Lo que tenía era un cuaderno. Un método. Una brújula interna. Y la paciencia para seguirla, incluso cuando el mundo corría en dirección contraria.
Ese cuaderno sigue abierto. Y aunque muchas de sus páginas ya están escritas, tú puedes empezar hoy el tuyo.
Si este vídeo te ha inspirado, te recomiendo que veas este otro donde explicamos cómo funciona el interés compuesto. Y si estás pensando en dar un primer paso, visita Cobas AM y abre una cuenta para empieza a construir tu futuro o el de tus hijos. Página a página, escribe tu cuaderno de bitácora.
Gracias por ver hasta el final. Si quieres seguir aprendiendo, te recomendamos este otro vídeo donde analizamos cómo empezar a invertir paso a paso. Te esperamos en el próximo vídeo aquí, en el canal de Cobas.

¿Te ha resultado útil?

  • |