Como muchos pequeños inversores, lo único con lo que podía contar era mi capacidad de ahorro, tiempo y las ganas algún día de dejar de ser asalariado o buscar la seguridad en el futuro incierto para mis hijas. Por eso elegí la pastilla roja, el viaje sin retorno donde para terminar bien no vale con ir “a medias”, y que a largo plazo es conocido que pasa por la renta variable. Mentiría si dijese que no he pagado el máster más caro que solemos pagar todos, comenzar mi educación financiera invirtiendo por mi cuenta, en empresas sueltas de oídas, sin analizar los balances, o leyendo a los histriónicos periodistas de las páginas sepia. Teniendo que aguantar pérdidas de valor permanentes o difícilmente recuperables.

Después de aprenderme todos los patrones que promulga el análisis técnico y el libro del Sr. Murphy con la explicación teórica de por qué debería funcionar, entendí la verdad. En realidad, nuestra mente nos engaña, los stops loss acaban saltando tarde o temprano haciéndonos perder para siempre la oportunidad de comprar algo a un mejor precio. Y lo más importante, Matrix nos rodea. Un mundo en el que se mueven cantidades ingentes de dinero, desde los pequeños inversores, hacia los analistas con blog, canales de Youtube sobre trading, diarios económicos cuyas noticias más leídas son sobre el “valor intrínseco” que tiene el bitcoin, y mayor incluso que el poco oro que contiene nuestro planeta, cursos varios y lo más importante, el dineral en comisiones de compraventa que con gran frecuencia ejecutan los acólitos del trading.

Una vez pasada esta etapa, y entendiendo que “no hay cuchara”, tocaba ceñirme a las únicas estrategias que hasta ahora han funcionado en el largo plazo, la diversificación, comprar y mantener y buscar valor en lo que el mercado no quiere. Pues el objetivo de largo plazo es tan importante para mi familia, que no puedo depender de acertar el color de la bola que va a salir en la ruleta. Tengo que ganar sí o sí.

En mi búsqueda de diversificación y dado que no tengo el tiempo ni los medios para calcular el valor de una compañía me decidí por los fondos de inversión. En mi opinión las dos estrategias que cumplen mis expectativas son la inversión indexada y la inversión en un fondo de gestión activa de tipo “value”, donde sólo las matemáticas y la paciencia marcan la rentabilidad del largo plazo. Además, como soy un ahorrador que comienzo con poco capital, lo único que puedo hacer es ir haciendo aportaciones periódicas con mi ahorro mensual, sin elegir el momento.

Pensé que invertir la mitad de mi ahorro en índices y la otra mitad en gestión activa podría ser una buena idea. Pero como soy humano, “me giré a mirar a la chica del vestido rojo”, y me pasé completamente a los fondos de estilo valor, creyendo que los índices como el S&P500 cuentan con demasiadas empresas sobrevaloradas, y que a largo plazo la estrategia de invertir en índices de “per” bajo había funcionado mejor hasta ahora que la de invertir en índices generales. No obstante, quién lo hará mejor no lo sabe nadie y puede que éste haya sido un error en mi toma de decisiones.

Si yo tuviese que hacer una cartera estilo valor, buscando sectores que han caído en precio, cuando mi margen de seguridad entre lo que yo creo que vale y el precio al que cotiza fuese suficiente para mis objetivos, compraría las acciones, independientemente de si seguirán cayendo o tuviese la suerte de que en ese momento empezasen a remontar. No olvidemos que se dice que el mercado cuando baja lo hace de golpe, pero sube despacio. Nada más lejos de la realidad, más bien lo que he visto hasta ahora es que está lleno de aburridísimos laterales en forma de sierra, con breves periodos de subidas y bajadas brutales, en los que en cuestión de una semana se decide la rentabilidad de largo plazo, dejando las migajas para quien quiera jugar a adivinar los dientes de sierra de los laterales. Como me he dado cuenta de que no soy “el elegido”, puede pasar que al hacer una cartera estilo valor y comprar los valores que han caído estos sigan cayendo, simplemente porque Mr. Market sobreestimará los estímulos negativos. Al invertir en fondos de espíritu “contrarian” (indispensable para encontrar cosas infravaloradas), hemos tenido la suerte de ver los fondos a precios de derribo. Como no estamos invirtiendo en empresas sueltas sin analizar, en este caso si he tenido la suficiente confianza, como para promediar con todo lo que he ido ahorrando y poder optar a estos precios, que si hubiesen sido mis queridos fracasos de empresas sueltas y sin analizar de hace unos años nunca me habría atrevido a promediar. Y ahí es donde radica el auténtico corazón de Matrix, la rentabilidad con mayúsculas.

Yo no conozco el futuro, no he venido para deciros cómo acabará todo esto, al contrario, he venido a deciros cómo va a comenzar, voy a colgar el teléfono, y luego voy a enseñarles a todos lo que vosotros no queréis que vean” Matrix 1999

Víctor R.

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