Acaba un nuevo año como inversor, y casi sin parpadear, comienza uno nuevo. Este 2021 ha sido más fácil que el 2020, pero no sabemos si será mejor o peor que el 2022. Pero ¿saben una cosa?, a mí me da igual como inversor. Soy un inversor racional, y tengo un plan claro que no depende de los vaivenes del mercado. No obstante, esto no ha sido siempre así.

Con apenas 23 años, comencé mi carrera profesional como trader de una institución financiera, allá por el año 2007. Básicamente mi trabajo consistía en invertir la tesorería de la sociedad en futuros con una estrategia intradiaria, es decir, comprar y vender en el mismo día. Aquí no hablábamos de inversiones de años, hablábamos de estrategia inversora en términos de horas como mucho, y habitualmente de minutos. Lo que llamamos la curva emocional del inversor, pero varias veces en el mismo día. Un cocktail de emoción; frustración; desesperación; entusiasmo.

En palabras del premio Nobel de economía Daniel Kahneman, nuestro cerebro funciona en base a dos sistemas bien diferenciado: el sistema 1, rápido e impulsivo (95% del tiempo); y el sistema 2, lento y racional (5% del tiempo). En este tipo de trabajo es difícil activar el sistema 2, ya que todo pasa muy rápido y es fácil dejarse llevar por el sistema 1. Era al terminar la jornada, a las 17:35h de la tarde, cuando escribía en un cuaderno todo lo sucedido e intentaba razonar mis decisiones. Ahora, viéndolo en perspectiva, estaba siendo dueño sin saberlo de muchos de los sesgos que ahora conozco. Al leerlo, es fácil encontrar frases del tipo:

  • No ha sido mi culpa, todos estábamos comprados, han barrido el mercado y me ha pillado dentro” (efecto rebaño)
  • Buena operación a las 9:50, a esa hora siempre acierto” (ilusión de control)
  • La zona de 6.700 del Dax, ayer se paró ahí, buscaremos cortos hoy” (sesgo de anclaje)

Y así, infinidad de ejemplos que me hacen ver que muchas veces sin saberlo somos victimas de nuestro cerebro. Luego llegó 2008 y 2009, mi primer gran mercado bajista y mi primera aproximación a situaciones de Pánico real. La curva emocional en su situación más extrema. Hasta las personas más senior de la sala transmitían pesimismo. Situaciones en las que incluso los que ves más fuertes y preparados, se vuelven vulnerables.

Tras esta primera etapa, inicié lo que a la postre ha sido mi profesión durante los últimos 10 años. La banca privada y la relación con el cliente. La perspectiva cambia, y adquieres una visión y habilidades que se hacen mayores contigo. Empiezas a ver, que no a entender, cómo las personas se relacionan con el dinero.

A la gran mayoría les da pereza preocuparse y delegaban completamente en su banquero, el cual hacía y deshacía a su antojo en función de su P&L (sesgo de autoridad). Lo único que exigían estos primeros era no perder nada y no sufrir (sesgo de aversión a la pérdida). Otros tratan de convencerte de sus decisiones, muchas veces con datos que habían buscado para defender su posición (sesgo de confirmación). Estaban también los que tomaban decisiones porque habían leído en prensa que el fondo “X” o la empresa “Y” lo está haciendo muy bien (efecto rebaño). Del mismo modo, era muy común encontrarse con personas con una cartera de valores formada por BBVA, Santander, Repsol y Telefónica (sesgo de afinidad).

Por último, los más entusiastas que te rechazaban cualquier opción razonada haciéndote ver que saben un montón sobre el tema y que ellos mismos toman sus decisiones (sesgo de ilusión de control). Estos últimos eran “mis favoritos”, ya que, si acertaban, te lo hacían ver una y otra vez, aunque a posteriori se equivocaran en otras muchas decisiones (sesgo de anclaje). En sus equivocaciones, la mayoría de las veces te explicaban que era mala suerte, que había sucedido “X” suceso imprevisible que nadie podía saber, pero en el fondo estaban en lo cierto.

Ahora bien, los que más me preocupaban y siempre me han preocupado, son los primeros. No era capaz de comprender por qué la gente no se preocupaba por su vida financiera y tomaba las decisiones fáciles, delegando la gestión y exigiendo siempre productos de baja volatilidad (poco movimiento). Aquí, en este punto, es cuando comencé a entender cómo el sesgo de disponibilidad, el que explica cómo nuestras decisiones se ven influenciadas por la información de la que disponemos, entra más en juego de lo que imaginamos a la hora de tomar decisiones de inversión. Si lo pensamos bien, el dinero es algo que en términos sociales esta “mal visto”, y los mercados financieros, en su conjunto, también. Durante estos años, dentro de mi entorno más cercano, he escuchado en multitud de ocasiones frases como “la bolsa es un casino”; “los mercados están hundiendo a España”; “España está así por culpa del mercado de valores”; “Los mercados financieros son el origen de todos los males”. Muchas de las personas que formulaban estas palabras, no lo hacían con maldad, simplemente estaban siendo víctimas de la información que se les suministra a diario a través de diferentes fuentes de información canalizadas por su sistema 1 (impulsivo). Este tema daría para un blog entero.

Viendo todo esto por el retrovisor y desde la perspectiva de mi sistema 2, es importante saber que al igual que tenemos una vida sentimental, una vida médica, una vida deportiva, una vida profesional… también tenemos una vida financiera de la que debemos preocuparnos. Nuestra relación con el dinero debe ser una relación sana, basada en un autoconocimiento profundo que nos permita tomar decisiones racionales y no impulsivas. Del mismo modo, el conocimiento deberá permitirnos movernos de nuestra zona de confort y pasar del “no quiero perder nada” al “voy a inyectarle vitaminas a mi vida financiera”. Si entendemos que el dinero no es amigo ni enemigo, sino simplemente un medio para que mejoren nuestras “otras vidas”, habremos dado un gran primer paso.

Y así es como desde Cobas AM, pensamos en el proyecto BrainVestor. Podría describirlo de una forma muy técnica, pero no es más que: “Lo que me hubiera gustado que me contaran, antes de enfrentarme a los mercados financieros”. Es una herramienta en formato App, dónde podrán estudiar más en profundidad todos estos sesgos que les he ido contando desde mi experiencia. Tener sesgos no es algo malo, todos los tenemos, simplemente hay que ser conscientes de que existen y que pueden jugarnos malas pasadas a la hora de enfrentarnos a nuestra vida financiera.

Desde el equipo de Relación con Inversores, estaremos encantados de acompañarle en este bonito proceso de autoconocimiento. Les deseo un feliz año 2022 lleno de paz y sobre todo de salud.

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